El Estado no tiene porqué ser aburrido ¡conoce a gov.co!

¿Sabes que es GOV.CO?

¿Sabes que es GOV.CO? Conócelo aquí

Mujeres de San Carlos «cocinan» sus memorias y crean un recetario

 

  • Treinta y siete lideresas de este municipio del Oriente antioqueño escribieron «Mujeres, saberes y sabores», un libro que recopila un breve contexto del conflicto en ese territorio, perfiles de algunas autoras y una compilación de platos que dejaron de cocinar durante el tiempo que estuvieron desplazadas forzosamente.
  • Esta semana hicieron la presentación pública de su libro, apoyada por el Centro Nacional de Memoria Histórica, en una jornada de lectura en voz alta, que incluyó la siembra de una planta de prontoalivio y la creación de un abono de las emociones.

San Carlos, Antioquia, es un pueblito colorido que se ha levantado ante las dificultades entre remiendos y enmiendas, hilo y aguja, siembras y pájaros. Pero San Carlos es, sobre todo, un municipio que no se detiene. «Para la quietud no estamos», dice su gente. Sus mujeres, retornadas, resilientes, resistentes y repobladoras, han querido reconstruir, desde la reflexión colectiva y los saberes cotidianos, el tejido social de sus comunidades y familias en el marco del conflicto armado y la guerra en el territorio.

Fue así como treinta y siete de ellas, con el acompañamiento del Centro Nacional de Memoria Histórica, RedConciliar y la Casa Museo Comunitario CARE, desarrollaron un proceso de memoria en el casco urbano de San Carlos, en las veredas del corregimiento El Jordán, y en las veredas Palmichal y La Arenosa. Juntas escribieron un libro en el que reflexionan sobre sus experiencias y se reconocieron más allá de los hechos violentos que sufrieron, se enfocaron en la recuperación y dignificación de sus saberes tradicionales vinculados a la alimentación, la siembra y el tejido.

«Mujeres, saberes y sabores» recopila un breve contexto del conflicto en San Carlos, perfiles de algunas lideresas que abanderaron la iniciativa de memoria histórica y un recetario de platos que dejaron de cocinar durante el tiempo que estuvieron desplazadas forzosamente. 

Auxilio Quiceno, María Noralba Guarín, Aura María Jaramillo, María Salomé Londoño, Martha García, Gladis Quiceno, Luz Nidia Alzate, Janeth Mejía y Pastora Mira García escribieron en primera persona sus relatos, que invitan a considerar que el conocimiento no está solamente en los espacios académicos, sino que se encuentra en lugares diversos y se presenta y transmite de muchas formas, como la cocina. «Indagar por la relación entre memoria y comida es también la posibilidad de escudriñar en el saber popular por los elementos que permitan entender cómo el conflicto armado ha provocado afectaciones que han penetrado en asuntos cotidianos como la alimentación», nos dicen. 

En el libro, las mujeres sancarlitanas enseñan a sembrar la cebolla de rama, entregan el paso a paso para preparar el bizcocho de arriero y comparten los secretos de una buena caspiroleta, un alimento utilizado desde la antigüedad por su poder nutritivo y alimenticio, que se solía dar a las personas cuando estaban muy débiles, como a las mujeres que recién salían de trabajo de parto.

Esta semana, las lideresas presentaron públicamente su libro, en una jornada de lectura en voz alta que incluyó la siembra de una planta de prontoalivio y la creación de un abono de las emociones. Pastora Mira, una de las autoras, sabe bien que estos conocimientos, transmitidos por las abuelas de generación en generación, guardan los recuerdos más profundos, evocan momentos indelebles. «Para las mujeres del territorio venía siendo determinante la construcción de memoria a través de los recuerdos ancestrales, de la cocina: el lugar donde nuestras mujeres se acompañaban, se apoyaban. Al pie del fogón se contaron los secretos que se guardaron y se compartieron, las lágrimas que se enjugaron y que a raíz del conflicto, con todo esto abandonado, se dejó de consumir», narra.

Ahora, el lugar de las alegrías y tristezas, de las lágrimas y las sonrisas, es un libro abierto que comparten con los colombianos y colombianas para demostrar que la paz es eso que se vierte a diario en la paila, que se comparte en la mesa. La cocina, su memoria más antigua y sagrada, es un acto de amor: un acto de perdón y sanación.