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Cartografías de la memoria: lo que une a los territorios de Norte de Santander desde sus bibliotecas

Desde junio de 2025, los bibliotecarios que integran la Red Departamental de Norte de Santander emprendieron un proceso formativo acompañado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el marco de la alianza con el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y la Biblioteca Nacional de Colombia, con el propósito de fortalecer los procesos de memoria histórica en el sistema bibliotecario público. Esta ruta inició en la virtualidad, mediante talleres que se consolidaron como espacios de exploración de las publicaciones del CNMH: relatos, testimonios e investigaciones que dan cuenta de la memoria viva de las comunidades afectadas por el conflicto armado interno.

A partir de estas publicaciones, surgieron reflexiones sobre cómo, desde las bibliotecas, es posible crear Centros de Interés que visibilicen las voces plasmadas en esa diversidad de formatos. No se trataba únicamente de divulgar contenidos, sino de proponer caminos de mediación con enfoque de acción sin daño, incorporando un elemento esencial: el autocuidado emocional de quienes leen, escuchan y comparten esas memorias.

Con el paso de los meses, el proceso avanzó hacia una segunda etapa, centrada en el fortalecimiento de la promoción de la Lectura, Escritura y Oralidad (LEO), mediante la elaboración de cartografías sociales en cada municipio. Estos mapas, construidos por cada bibliotecaria y bibliotecario, estuvieron acompañados de cuadernillos que narran las particularidades e información local de cada territorio. Gracias a este ejercicio, fue posible identificar los principales lugares de memoria, reconocer los servicios bibliotecarios y visibilizar el impacto de las acciones que las bibliotecas han dejado en las comunidades.

El proceso se desarrolló en tres momentos: dos encuentros virtuales y un cierre presencial que tuvo lugar en la ciudad de Cúcuta el 3 de septiembre, en el marco del Encuentro Departamental de Bibliotecarios. Durante esta jornada, los bibliotecarios socializaron sus cartografías por subregiones, compartiendo no solo la información recogida, sino también aquello que los une como territorios.

En el Catatumbo y el occidente (El Carmen, Hacarí, La Playa de Belén), la memoria colectiva se entretejió con la violencia y el dolor, pero también con la resiliencia, la biblioteca, la belleza natural y la añorada paz. En el área metropolitana (San Cayetano, Cornejo, El Zulia, Astilleros, Cúcuta y sus corregimientos, Puerto Santander), los lazos se construyen en torno a la agricultura, el café, el arroz, el turismo, la solidaridad con la población migrante y la gastronomía compartida. En el sur occidente (Silos, Mutiscua, Chitagá, Cácota, Pamplonita, Pamplona), lo que los une son los páramos, los duraznos y ciruelas, los cultivos y las tradiciones, y, de nuevo, las bibliotecas como espacios de identidad. En la región centro (Cucutilla, Gramalote, Lourdes, Bucaracica, Villacaro), lo que aflora es el carisma, el don de gentes, la agricultura y el café, junto a la fuerza de su gente “berraca”. Finalmente, en el sur oriente (Bochalema, Toledo, Labateca, Chinácota, Herrán, Ragonvalia, Durania), los caminos reales, el río Táchira, el turismo y la agricultura se convirtieron en símbolos de unión.

Como resultado de este ejercicio colectivo, se llevaron a cabo tres actividades simbólicas de construcción de memoria: un Centro de Interés con los cuadernillos, el Rollo de la Memoria y el Jardín de las Semillas. En cada uno de ellos, los bibliotecarios plasmaron recuerdos, reflexiones y emociones que, al entrelazarse, dieron forma a un relato colectivo cargado de sensibilidad y esperanza.

Al cierre del encuentro, se abrió un espacio de planeación conjunta para identificar necesidades y acciones futuras. Entre las propuestas surgieron iniciativas como realizar tertulias regionales, crear un sistema de información sobre emprendimientos locales, complementar las cartografías y los cuadernillos, y desarrollar ejercicios entre bibliotecarios para participar en el “Salón de la Memoria 2026”. También se reconocieron las dificultades del proceso, especialmente en la recolección y síntesis de la información, lo que otorgó aún más valor a los productos alcanzados.

Las voces que se escucharon al final reflejaron la riqueza de la experiencia vivida: “Me voy con conocimiento, con muchas ideas y ganas de continuar con mi labor”; “Este proceso es una semilla en buena tierra, pronto dará frutos”; “Me voy feliz, fortalecida, con conciencia de lo que nos une y de la necesidad de preservar la memoria”; “Aprendí a ser más empática, a escuchar y a reconocer lo que nos hace iguales en medio de las diferencias”.

Así, este proceso no solo dejó cartografías y cuadernillos, sino también la certeza de que las bibliotecas son territorios vivos, capaces de reunir las memorias dispersas, de tender puentes entre comunidades y de sembrar, en quienes las habitan, la convicción de que siempre se puede volver a soñar.

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica, continuamos fortaleciendo procesos de formación y acompañamiento en el territorio, reconociendo el papel de las bibliotecas públicas como espacios fundamentales para la construcción de memoria histórica. Este espacio marcó un paso firme hacia la continuidad de procesos pedagógicos que vinculan la memoria con la acción cultural y educativa en los municipios del Norte de Santander.


 

CENTRO NACIONAL DE MEMORIA HISTÓRICA | 30 de Septiembre de 2025
CENTRO NACIONAL DE MEMORIA HISTÓRICA | 30 de Septiembre de 2025
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