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Gracias a la restitución de tierras en Nariño, Bryan pudo acceder a una educación digna

"El limón me dio la oportunidad para que pudiera salir a estudiar; ahora soy tecnólogo", relata Bryan Quintero, beneficiario del programa de proyectos productivos de la Unidad de Restitución de Tierras (URT) en Nariño. Desde su niñez, su historia está marcada por el conflicto armado colombiano, que obligó a su familia a abandonar el territorio donde crecía.

Policarpa, ubicado en el departamento de Nariño, ha sido uno de los municipios más afectados por la violencia en Colombia. Situado en una región estratégica para los cultivos ilícitos y el tránsito de grupos armados, este territorio y sus veredas aledañas vivieron años de violencia y desplazamiento forzado. Las comunidades rurales fueron las más vulneradas, sufriendo constantes amenazas y agresiones. Bryan, a pesar de su corta edad, recuerda cómo esto marcó su niñez.

"Al principio, salimos porque los paramilitares llegaban a nuestra finca y era muy peligroso estar entre ellos por la violencia. Tuvimos que irnos", rememora. La presencia paramilitar en la zona no solo significaba el riesgo de sufrir violencia física, sino también la pérdida de sus tierras y medios de vida. La familia Quintero, como muchas otras, tuvo que dejar todo atrás en busca de seguridad.

"No recuerdo muy bien las fechas ni los años porque era un niño", comenta Bryan, rememorando los tiempos difíciles de la violencia. "Pero pude tener una infancia normal y tranquila, trabajando con mis padres en la finca”, agrega. Dicha tranquilidad quedó devastada por el accionar de estos grupos criminales, que les arrebató toda una vida.

Después de un tiempo, gracias a los esfuerzos de la Unidad de Restitución de Tierras -adscrita al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural-, la familia Quintero pudo regresar a su finca en la vereda El Encanto. Esta intervención ha sido crucial para muchas familias desplazadas y les ha permitido volver a sus tierras, reconstruir sus vidas en un entorno más seguro y garantizar sus derechos.

“Queremos exportar a otros países”

El retorno a su tierra permitió a la familia Quintero Meléndez dedicarse nuevamente a la agricultura. "Al principio cultivábamos maní, frijol y maíz, todos los cultivos de ciclo corto. Con el tiempo, empezamos a sembrar limón Tahití, y gracias al programa de proyectos productivos de restitución de tierras, pudimos certificarnos como predio exportador por el ICA", recalca Bryan.

Su finca hoy en día es especializada en la producción de limón Tahití, y destaca por sus buenas prácticas agrícolas, enfocadas en la ecología y la producción orgánica. Este desarrollo no solo garantizó la seguridad alimentaria de la familia Quintero Meléndez, sino que también abrió puertas para la educación de Bryan. "Gracias al limón, pude salir a estudiar: mis padres, a través del cultivo de limón, me dieron la oportunidad de estudiar en el SENA", comenta.

En la actualidad, con 28 años, Bryan es un joven tecnólogo que se ha reincorporado activamente en los procesos que sus padres comenzaron a través de la restitución de tierras. "Estoy trabajando en la finca, tanto con el cultivo de limón como del café. Esa es mi dedicación, y además estamos enfocados en obtener una certificación internacional para poder exportar a otros países”, augura.

La historia de Bryan es un testimonio de resiliencia y esfuerzo, donde la unión familiar y el trabajo en el campo se convierten en pilares para superar las adversidades y construir un mejor futuro.

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